Hay días en los que dimensiono el paso del tiempo, tomo
conciencia de aquello que fui y que ya no soy. Valoro cada etapa de mi vida y
las personas que encontré en el camino. Sin ellas, nada sería.
Sólo el presente es real. Aun cuando mucho quedó en el
pasado, hay canciones cargadas de recuerdos, que suenan hoy y me refrescan la
memoria. Las huellas del ayer están ahí, algunas visibles, otras ocultas.
La magia de la música me permite revivir. Si bien
la nostalgia me visita de vez en cuando, no le doy demasiadas atribuciones.
Aprendo a relacionarme con el tiempo y a administrar mis experiencias.
El invierno se fue y llegó la primavera. Supongo que llegó
el momento de salir al sol y disfrutar de la vida. Los días de encierro
pasaron. Es tiempo de renovación.
Y así como los árboles y todo el ambiente se transforma con
las estaciones, puedo notar también ese cambio dentro de mí. Sensibilidad a
flor de piel.
Disfruto la inestabilidad. Lo confieso. ¡Qué aburrido sería estar
siempre igual! Me declaro inestable, irremediablemente, para bien o para mal. Mis
estados de ánimo son señales del cambio, de la metamorfosis permanente.
Rata Blanca me dio una lección. No soy fan de la banda, tampoco del heavy
metal. Pero, valoro la existencia de quienes se mantienen vigentes como si no
hubieran pasado los años. Reconozco que me encantan varios temas: “Mujer amante”, “La leyenda del hada y el mago” y “Volviendo a casa”. Los temas más populares y comerciales, dirían
los fanáticos.
Walter Giardino (guitarrista), Adrián Barilari (vocalista), Danilo
Moschen (tecladista), Fernando Scarella
(baterista) y Guillermo Sánchez (bajista) llegaron a Ciudad del Este el
jueves 11 de septiembre pasado, luego de ocho años, para dar un concierto
previsto para el día siguiente.
Participé de la conferencia de prensa que brindaron en el Hotel Convair,
como una periodista más de cobertura. Pero fue esa tarde, escuchando las
declaraciones de Giardino y Barilari, que saqué ciertas conclusiones que me
motivaron realizar una analogía, entre la experiencia de esta banda de heavy
metal y el periodismo que tanto amo.
Conferencia de prensa de Rata Blanca en Ciudad del Este.
Rata Blanca, una banda argentina formada en 1986, es considerada una de
las más importantes e influyentes del heavy metal en español, aunque durante su
carrera también han incorporado hard rock, power metal, speed metal y metal
neoclásico, combinando pesados riffs con estructuras melódicas y armónicas de
la música clásica.
La banda celebra 25 años de trayectoria. Aún con el paso del tiempo,
mantiene su popularidad y respeto en el ámbito musical. “Rata Blanca es una
banda auténtica, real, de músicos que hacen lo que les gusta. No sé si hay un secreto.
Solo puedo decir que hay que ser auténtico”, respondió Giardino, cuando una
colega le preguntó ¿cómo -aun cuando cada vez surgen más artistas- ellos siguen
vigentes?
El guitarrista e impulsor de Rata agregó: “A los chicos potenciales les
diría que crean en ellos, que amen lo que hacen. La fama no es lo más
importante”.
Un amigo metalero, a quien respeto por su pasión y conocimiento del
estilo, me comentó un poco de la historia de Giardino, hecho que me llevó a
admirarlo como persona, más allá de su talento como músico.
Walter Giardino, durante el concierto de Rata Blanca en CDE.
Rata Blanca es justamente un experimento con resultados extraordinarios.
Fue creado por Walter cuando salió del grupo V8 en 1985. Inicialmente se
grabaron cuatro temas para incluirlo en un demo que sería presentado en
Inglaterra. Sin embargo, las composiciones tuvieron tanto éxito que se quedaron
en Argentina.
El grupo sufrió varios cambios, en cuanto a sus integrantes. Sin
embargo, mantuvo su esencia. “Cantar es algo mágico, no es algo que se enchufa
y suena", dijo Adrián Barilari, consultado sobre las nuevas voces del rock
en Latinoamérica. Actualmente los grupos se caracterizan por priorizar la imagen,
el show y el marketing, antes que la calidad de la música. Y en ese sentido
Barilari señaló que “hubo un tiempo en los 80´ y 70´ en los que la voz era
sumamente importante. Pero hoy en día se dejó de lado tener un buen caudal de
voz”.
Rata Blanca es una banda que considera que todos sus conciertos son
importantes, desde aquellos multitudinarios, como aquellos con menor
concurrencia. “Los shows pequeños son más íntimos”, dijo Walter Giardino.
Y fueron estas declaraciones las que me hicieron pensar en la
importancia de hacer lo que uno ama y perseverar. Cuenta la historia de la
banda que a finales de los 80´, cuando recién comenzaban,hacían sus presentaciones a pulmón, no dejaban
ganancias y trataban de conseguir todo asumiendo deudas. Sin embargo, llegaron
a convertirse en un ícono del heavy metal latinoamericano.
Concierto de Rata Blanca en Ciudad del Este (12/09/14).
Giardino también señaló durante la conferencia de prensa que nunca fue
un buen negocio para las bandas de Latinoamérica hacer alianzas con las
discográficas, porque estas apoyan ideológicamente ciertos estilos.
"Hay cierta actitud de parte de las discográficas que marcan las tendencias.
Apoyan estilos ideológicamente. Siempre van a estar más para el pop, lo latino,
romántico, que yo lo veo bien. Pero lo que yo no veo bien es que ignoren al
rock con lo que el rock mueve. Ahí es donde uno piensa que la cuestión es
ideológica. No sé de dónde viene, si es una cuestión de evitar que la gente
piense, que la gente tome decisiones en su vida, que sea fuerte espiritualmente…",
afirmó.
Siempre existirán estilos más comerciales que otros. Tanto en la música
como en el periodismo, existe el gran desafío de triunfar con autenticidad. Existe
cierto periodismo que ideológicamente es funcional al sistema, razón por la
cual cuenta con respaldo económico y político.
Las condiciones no son favorables en Paraguay, un país con monopolio
mediático. Tampoco en Ciudad del Este, donde la mayoría de los medios que hasta
se unen en redes, son controlados también por un grupo político. ¿Cómo hacer un periodismo contra esta
corriente, auténtico y con independencia?
Rata Blanca es en el heavy metal lo que en el periodismo podría ser un
proyecto de comunicación independiente. Me atrevo a sacar esa conclusión y a experimentar como en su momento lo hizo Giardino. Se trata de jugarse por lo
que uno ama, hacer lo que uno quiere más allá de las circunstancias adversas.
Existe la tendencia de entender la música y el periodismo como cuestiones sin ideología. Sin embargo, están cargados de ella. Reconocerlo
es fundamental y seguidamente, animarse a caminar.
Y como dice Rata en su tema “Guerrero del arco iris”:
Vacío. Miro adentro y nada encuentro. Respiro. Escucho canciones que me transportan al pasado. Nostalgia. Extraño quien era, quien ya no logro ser. La esperanza se fue de vacaciones. Me cuesta sonreír. Es invierno más adentro que afuera. Lapachos floridos, color por todas partes. Sol radiante, cielo azul, profundo. Pero yo... soy un ser que contempla, en silencio, en soledad.
Por momentos, interpelo a mi soledad y le pido respuestas. ¿A dónde fueron mis ganas de luchar? ¿A dónde se fue la esperanza? Todo lo que antes me indignaba, hoy parece ser sólo una realidad inmutable, parte del paisaje al que muchos se han acostumbrado, y parece que yo también.
Extraño quien era, quien no logro ser. Ya no tengo a quien entregarle mis problemas. La soledad es mayor. Soy quien administra mis dilemas, mis certezas se convirtieron en dudas.
Tengo que reconocer que antes era más fácil. Contaba con la fe en ese ser todopoderoso, que mis padres me enseñaron a creer. Si... podía conversar con él y entregarle mis problemas, compartía todo con quien me conocía plenamente, no necesitaba darle muchas explicaciones. No me sentía del todo sola.
Pero ahora... las cosas cambiaron. Es irreversible. No hay como volver atrás. Desapareció, se esfumó. Aunque quiera, esa conexión es imposible, no soy la misma. La búsqueda es mi presente. No hay un manual de instrucciones, ni un mapa que me indique el camino. No hay misión encomendada, ni fundamento de mi existencia. Existo y eso es todo.
Cuando Ciudad del Este era sólo una hostil zona boscosa, hubo quienes se
animaron a convertir un territorio inhabitado, en un polo comercial conocido a
nivel mundial. Históricamente referenciada por el comercio, la capital de Alto
Paraná va construyendo poco a poco un nuevo perfil y se va divisando un rostro
cultural, luminoso, diverso y liberador.
Esta transformación es el resultado de un proceso de décadas. Los
habitantes se convierten de a poco, en ciudadanos preocupados por la vitalidad
del lugar donde fijan residencia. En esta región donde predomina la oferta y la
demanda, las leyes del mercado, el trabajo/lucro como única razón de vida o
sobrevivencia, existen verdaderos pioneros del arte y personas que se dedicaron
a formar cantantes, instrumentistas, bailarines, actores, escritores (entre
otros), aún sin apoyo estatal. En los últimos años, la siembra va dando sus
frutos.
Los pobladores de Ciudad del Este empiezan a tener opciones para
deleitarse en un concierto, una obra teatral, una función de cine. Anteriormente,
debían cruzar al otro lado del río Paraná, en busca de una actividad cultural.
En este contexto, se crea la Sociedad Filarmónica Alto Paraná, que el 26
de julio pasado hizo vibrar al público esteño con el Concierto Debut de la
Orquesta Alto Paraná. Músicos locales que han estudiado en el exterior, bajo la
dirección del maestro Juan Ramón Vera, interpretaron composiciones de música
clásica internacional, de autores como J.S. Bach, W.A. Mozart y A. Vivaldi, y de
grandes maestros paraguayos como José Asunción Flores y Herminio Giménez.
Concierto debut de la Orquesta Alto Paraná en CDE.
La Sociedad Filarmónica Alto Paraná se creó con la misión de “Contribuir decididamente a difundir y
fortalecer el arte musical en Ciudad del Este y Alto Paraná (…)”. También busca
“la creación de espacios para la
formación artística-intelectual de vecinos y ciudadanos, la creación de
agrupaciones corales o instrumentales basadas en el principio de la excelencia
tanto artística como humana, promoviendo en estas la disciplina, la creatividad
y el enriquecimiento de la cultura e identidad nacional”.
Se trata de un emprendimiento independiente que surge como respuesta a
una necesidad imperiosa en Ciudad del Este. Juan Ramón Vera, director de la
Orquesta Alto Paraná e impulsor de la Sociedad Filarmónica, indica que la idea
es llevar el arte a la comunidad y de esta manera lograr una necesaria
transformación social.
La creación de la Sociedad Filarmónica converge con el trabajo que en
simultáneo realizan numerosos institutos de enseñanza de arte en Alto Paraná. Cabe
recordar que hace tres años (2011), se creó la Escuela Superior de Bellas Artes
de la Universidad Nacional del Este, que ofrece licenciaturas en Música, Danza,
Teatro y Artes Visuales. La ESBA busca profesionalizar a los artistas y formar
verdaderos gestores culturales. Todos, desde sus respectivos espacios, contribuyen
al desarrollo cultural de Ciudad del Este y Alto Paraná.
Las expresiones artísticas deben multiplicarse, principalmente en esta
región, donde existe una marcada desigualdad social, predomina el trabajo
informal, las redes del narcotráfico invadieron los barrios y acechan hasta las
escuelas, la trata de personas es una realidad, la delincuencia juvenil es tapa
de diarios todos los días. Y no se trata de utilizar el arte como “una
herramienta de control social” sino todo lo contrario, como la manera en que
las personas sin distinción de edad, género, raza o religión, expresen
libremente aquello que inquieta/duele/conmueve/alegra.
El arte es comunicación y los espacios culturales son espacios de
diálogo. Por lo tanto, siempre que existan niños, jóvenes y adultos, hombres y
mujeres, dispuestos a crear espacios para la expresión artística, entonces hay
esperanza, entonces se puede creer que pese a los problemas profundamente arraigados,
se puede hacer de este territorio, un lugar mejor.
Las calles de Ciudad del Este están cargadas de emociones
contradictorias. Todo se mueve muy rápido. La gente camina siempre de prisa.
Otros permanecen sentados, esperando, como si el tiempo no existiera.
Preguntas movilizadoras. Justamente, aquellas interrogantes que
interpelan la realidad, me llevaron al centro de la ciudad, esa calurosa mañana
de martes. Con la idea de recabar opiniones, empecé mi recorrido periodístico buscando
alguna mirada cómplice, que accediera a responder.
Me crucé con un humilde vendedor de frutas. Estaba a punto de vender una
docena de bananas cuando me acerqué con el micrófono y el cliente huyó
despavorido. Me sentí mal de haber espantado con mi inofensivo elemento de trabajo al comprador. “¡Con lo difíciles que
están las cosas en el centro y yo causando perjuicios a un trabajador!”, pensé.
El vendedor de frutas sonrió y accedió al pequeño sondeo que pretendía
iniciar. “¿Cuál es el futuro de Ciudad del Este?”, le pregunté. Me dijo
textualmente: “que el presidente se preocupe en serio por los pobres y no sólo
por el bienestar de los ricos. Que haya trabajo para todos y no sólo planes
para beneficiar a los empresarios”. Y entonces rogué que sus palabras no sean
un grito en el desierto. Le di las gracias por responder ante la cámara y al
despedirme, me regaló un durazno.
Me impresionó una vez más la generosidad de quien nada yo esperaba. No
tenía un bolso, así que con el durazno en una mano y el micrófono en la otra,
continué el recorrido con mi compañero, cámara al hombro.
Seguimos formulando la pregunta, que no fue bienvenida en todas partes: ¿Cuál
es el futuro de Ciudad del Este? Algunos prefirieron no hablar y pude notar
cómo el peso de la decepción aplastó su esperanza. Otras personas optaron por
expresar lo primero que les vino a la mente, sin pensar demasiado. Pero siempre
existen aquellos, que al parecer, esperan la oportunidad de hablar y sentirse
escuchados, como si pudieran liberar quebrantos atascados en la garganta.
Finalizamos el recorrido por las calles turbulentas y ardientes. Yo seguía
con el durazno en la mano. La fruta fue testigo y compañera de caminata. Pensaba
comerla como postre después del almuerzo. Esperábamos regresar al canal, cuando
se nos acercaron dos niños, con la intención de vendernos sus caramelos. No tenía dinero. Uno de ellos, vio el durazno y me pidió. No dudé en dárselo y lo tomó con alegría. El otro niño, también lo quería
y se inició una puja, hasta que decidieron compartir. Al verlos, pude notar que
devoraron juntos la fruta como si fuese el primer alimento del día.
El durazno llegó a mis manos como un regalo y mantuvo su esencia.
Recorrí las calles con la fruta que finalmente, sació el hambre de esos niños
trabajadores. Son esas pequeñas cosas las que me hacen pensar que no todo está perdido, porque más allá de la crisis y la pobreza, siempre se puede ayudar. Entonces me sigo preguntando… ¿Cuál es el futuro de Ciudad del
Este?