Creo que es la
primera vez que escribo algo de contenido religioso. Siempre he
llevado la cuestión de la fe como algo muy privado. Pero de alguna manera, eso va
cambiando al darme cuenta de que las alternativas terrenales son insuficientes
para calmar la ansiedad de mi alma. Supongo que como yo, hay también seres
humanos con sed de justicia, de amor, de fraternidad, de solidaridad, con
anhelos profundos de un mundo mejor. Entonces, apuesto a compartir la palabra
que me da vida y esperanza: El Evangelio.
Soy bautizada en
la Iglesia Católica, pero por sobre todas las cosas, soy Cristiana. Tengo mis
críticas a la institución religiosa, también atravesé por momentos de muchas
dudas e incertidumbres sobre mi fe, Dios, la iglesia, el clero, su influencia
social, política, en fin…
Más allá de las preguntas
inherentes a todo ser humano en busca de la verdad, hoy tengo profunda fe en
Dios, en el Dios de la vida, del amor. Un ser superior que nos protege, que
observa y que influye en el desarrollo del universo.
Bien, dicho esto
y con mucho respeto a la creencia particular de cada hombre o mujer de este planeta,
comparto un pasaje bíblico y la interpretación que publica la Biblia
Latinoamericana sobre el mismo.
El Evangelio es
la Palabra de Dios, según la Iglesia Católica, y es considerado el libro de la
sabiduría. Particularmente, tengo fe en el poder transformador de estas
palabras, más allá de las discusiones que existen sobre sus autores y sus
diversas interpretaciones.
La biblia
transforma y siembra esperanza, solidaridad, insta a la revolución pacífica del
amor; llama a construir el Reino de Dios, dentro de cada ser humano, en la vida
interior y exterior, en este mundo. Sin embargo, para que estas palabras
lleguen al corazón, es necesaria una apertura personal.
Pasaje bíblico
(Marcos 4, 26-34):
La semilla que crece por sí sola
Jesús dijo
además: “Escuchen esta comparación del Reino de Dios. Un hombre esparce la
semilla en la tierra, y ya duerma o esté despierto, sea de noche o de día, la
semilla brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da fruto por sí misma:
primero la hierba, luego la espiga y por último la espiga llena de granos. Y cuando
el grano está maduro, se le mete la hoz, pues ha llegado el tiempo de la
cosecha”.
El grano de mostaza
Jesús les dijo
también: “¿A qué se parece el reino de Dios? ¿Con qué comparación podríamos
expresar? Es semejante a una semilla de mostaza, al sembrarla es la más pequeña
de todas las semillas, pero una vez sembrada crece y se hace más grande que
todas las plantas del huerto y sus ramas se hacen tan grandes que los pájaros
del cielo buscan refugio bajo su sombra”.
Jesús usaba
muchas parábolas como éstas para anunciar la Palabra, adaptándose a la
capacidad de la gente. No les decía nada sin usar parábolas, pero a sus discípulos
se lo explicaba todo en privado.
Interpretación (*)
-
En toda época los hombres se impacientan, ¿se
realizará pronto el Reino de la Justicia? ¿Se acabará pronto la violencia y la
corrupción? Jesús contesta: ahora mismo están actuando las fuerzas invencibles
que hacen madurar al mundo y que llevan adelante el Reino.
SEMILLAS
¿Cuántas
semillas se tiran al viento? Una moda nueva, una canción, un nuevo artefacto,
un programa radial… Algunas semillas han crecido hasta constituir corrientes poderosas
que movilizan a las masas. Pero sepamos descubrir los comienzos humildes de la
obra de Dios: el encuentro de algunas personas de buena voluntad para solucionar
un problema comunitario, un gesto fraterno en un ambiente cerrado, un primer
esfuerzo para sonreír a la vida después de una decepción.
La
semilla crece y la persona que recibió la Palabra se siente más segura en el
camino por el que Dios la conduce. (Marcos 3.26)
-
La levadura que toma una mujer y la introduce… El evangelio
dice más bien entierra o esconde. Es necesario
enterrar y esconder largo tiempo la semilla del Reino para que pueda dar fruto.
Y, al revés, poco se puede confiar de lo que sale al aire rápidamente. (Marcos
13.31)
(*)Fuente: Biblia
Latinoamericana.