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viernes, 1 de febrero de 2013

PALABRA DE VIDA Y ESPERANZA


Creo que es la primera vez que escribo algo de contenido religioso. Siempre he llevado la cuestión de la fe como algo muy privado. Pero de alguna manera, eso va cambiando al darme cuenta de que las alternativas terrenales son insuficientes para calmar la ansiedad de mi alma. Supongo que como yo, hay también seres humanos con sed de justicia, de amor, de fraternidad, de solidaridad, con anhelos profundos de un mundo mejor. Entonces, apuesto a compartir la palabra que me da vida y esperanza: El Evangelio. 

Soy bautizada en la Iglesia Católica, pero por sobre todas las cosas, soy Cristiana. Tengo mis críticas a la institución religiosa, también atravesé por momentos de muchas dudas e incertidumbres sobre mi fe, Dios, la iglesia, el clero, su influencia social, política, en fin…

Más allá de las preguntas inherentes a todo ser humano en busca de la verdad, hoy tengo profunda fe en Dios, en el Dios de la vida, del amor. Un ser superior que nos protege, que observa y que influye en el desarrollo del universo.

Bien, dicho esto y con mucho respeto a la creencia particular de cada hombre o mujer de este planeta, comparto un pasaje bíblico y la interpretación que publica la Biblia Latinoamericana sobre el mismo.  

El Evangelio es la Palabra de Dios, según la Iglesia Católica, y es considerado el libro de la sabiduría. Particularmente, tengo fe en el poder transformador de estas palabras, más allá de las discusiones que existen sobre sus autores y sus diversas interpretaciones.

La biblia transforma y siembra esperanza, solidaridad, insta a la revolución pacífica del amor; llama a construir el Reino de Dios, dentro de cada ser humano, en la vida interior y exterior, en este mundo. Sin embargo, para que estas palabras lleguen al corazón, es necesaria una apertura personal.

Pasaje bíblico (Marcos 4, 26-34):
La semilla que crece por sí sola
Jesús dijo además: “Escuchen esta comparación del Reino de Dios. Un hombre esparce la semilla en la tierra, y ya duerma o esté despierto, sea de noche o de día, la semilla brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da fruto por sí misma: primero la hierba, luego la espiga y por último la espiga llena de granos. Y cuando el grano está maduro, se le mete la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha”.
El grano de mostaza
Jesús les dijo también: “¿A qué se parece el reino de Dios? ¿Con qué comparación podríamos expresar? Es semejante a una semilla de mostaza, al sembrarla es la más pequeña de todas las semillas, pero una vez sembrada crece y se hace más grande que todas las plantas del huerto y sus ramas se hacen tan grandes que los pájaros del cielo buscan refugio bajo su sombra”.
Jesús usaba muchas parábolas como éstas para anunciar la Palabra, adaptándose a la capacidad de la gente. No les decía nada sin usar parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

Interpretación (*)
-         En toda época los hombres se impacientan, ¿se realizará pronto el Reino de la Justicia? ¿Se acabará pronto la violencia y la corrupción? Jesús contesta: ahora mismo están actuando las fuerzas invencibles que hacen madurar al mundo y que llevan adelante el Reino.
            SEMILLAS
¿Cuántas semillas se tiran al viento? Una moda nueva, una canción, un nuevo artefacto, un programa radial… Algunas semillas han crecido hasta constituir corrientes poderosas que movilizan a las masas. Pero sepamos descubrir los comienzos humildes de la obra de Dios: el encuentro de algunas personas de buena voluntad para solucionar un problema comunitario, un gesto fraterno en un ambiente cerrado, un primer esfuerzo para sonreír a la vida después de una decepción.

La semilla crece y la persona que recibió la Palabra se siente más segura en el camino por el que Dios la conduce. (Marcos 3.26)

-         La levadura que toma una mujer y la introduce… El evangelio dice más bien entierra o esconde. Es necesario enterrar y esconder largo tiempo la semilla del Reino para que pueda dar fruto. Y, al revés, poco se puede confiar de lo que sale al aire rápidamente. (Marcos 13.31)

(*)Fuente: Biblia Latinoamericana.