En
este contexto, es importante ejercitar la memoria. Está demostrado que la
indignación ciudadana bien canalizada puede generar cambios. Haciendo un
poco de historia, uno de los factores que derribó al Partido
Colorado, que llevaba 60 años en el poder, fue justamente el hartazgo social. Corría
el 2007 y el pueblo padecía un presidente cegado por sus ambiciones de poder.
Poco
antes de las elecciones generales del 2008, hubo un despertar que fue
capitalizado políticamente. Con una multitudinaria manifestación, que copó las
plazas frente al congreso, se repudió la actuación del presidente de la
República, Nicanor Duarte Frutos, quien violó la Constitución Nacional
(art.237), al postularse a la presidencia del Partido Colorado, aun siendo
primer mandatario del país.
Surgió
la consigna “Dictadura nunca más, ni dictadores ni tendotás” y el movimiento denominado “Resistencia ciudadana”,
que luego se convirtió en la Alianza Patriótica para el Cambio, plataforma
política-electoral que llevó al poder al ex obispo de San Pedro.
Tengo
muchos cuestionamientos hacia la gestión presidencial de Fernando Lugo, pero
estoy convencida de que este juicio político, pese a figurar en la Constitución Nacional (art. 225), fue mal aplicado por diputados y
senadores. No se respetó derechos fundamentales, también establecidos en la
carta magna, como la legítima defensa y el debido proceso (art. 17).
Nuestra
Constitución Nacional fue violentada una y otra vez desde su promulgación, el
20 de junio de 1992. Sigue siendo una utopía, empezando por el primer artículo:
“La
República del Paraguay es para siempre libre e independiente. Se constituye en
Estado social de derecho, unitario, indivisible, y descentralizado en la forma
que se establecen esta Constitución y las leyes. La República del Paraguay
adopta para su gobierno la democracia
representativa, participativa y pluralista, fundada en el reconocimiento de
la dignidad humana”.
Pregunto: ¿Existe democracia en Paraguay? ¿Los representantes electos actúan
conforme a los intereses de la ciudadanía? ¿Ó de acuerdo con pequeños grupos de
poder económico y político? ¿A quiénes representan? ¿Participa la gente en la
formulación de políticas públicas o de leyes? ¿Existe respeto al pensamiento
ideológico?
Con
los últimos acontecimientos que decepcionan al pueblo paraguayo, más allá de las
diferencias particulares, debemos asumir la responsabilidad en el
fortalecimiento de nuestra democracia. ¿Hasta cuándo permitiremos el pisoteo de
nuestra Constitución Nacional?
No
es el momento de ataques entre paraguayos con violencia sino tratar de reconstruir la democracia pacíficamente, sin violencia, verbal ni mucho menos física.
Es
el momento de estar en alerta, de vigilar el manejo de los bienes del Estado,
de ser críticos, de crear espacios de educación cívica, de plantear
alternativas para la solución de los problemas sociales. Es el momento de estar
unidos y construir en el disenso.
Lastimosamente,
como en aquel 2007, la consigna sigue siendo “Dictadura nunca más” y la
ciudadanía sigue resistiendo el atropello, de quienes dicen ser “representantes
del pueblo”. Es momento de canalizar positivamente la indignación en
pro de un país mejor.