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domingo, 1 de abril de 2012

Mis maestros de periodismo

Nunca voy a olvidar aquella vez que me tocó cubrir un concierto de la guitarrista paraguaya Berta Rojas en Ciudad del Este. Fue un recital diferente ante un público muy peculiar: niños y adolescentes.
Luego de escuchar la magnífica interpretación de Berta, quien con su guitarra rindió un tributo a Agustín Barrios, se abrió un espacio para preguntas y me llevé una hermosa sorpresa. Los niños no paraban de preguntar, y tanto Berta como los demás adultos, no podían evitar el asombro.
Los chicos se dirigían a Berta con inocencia e ingenuidad, sin dar muchas vueltas preguntaban muy seguros de lo que querían saber, por momentos descolocaban a la guitarrista pero sin mala intención. Sus preguntas lograron extraer la esencia de la intérprete, su perfil humano, de mujer y profesional. La entrevista colectiva enriqueció a todos...

Ese día aprendí de ellos y pensé: "Ojalá todos los periodistas preguntaran como los niños, sin malicia pero directo al grano, sin ninguna intención más que el saber".
Pensar en los niños y relacionarlos con el periodismo me es inevitable. Dicen que los niños siempre dicen la verdad, en cambio los periodistas intentan decirla todos los días.
No es casualidad que para comunicar muchos hayan optado por la figura de los niños para decir cosas que a los adultos les cuesta decir, tal vez porque cada vez más, los adultos pierden credibilidad.
Otro factor común. ¿Por qué será que los niños son a veces más creíbles que los adultos? Y si queremos continuar con la relación niñez-periodismo, ¿qué pasa con los periodistas?
Tampoco puedo evitar recordar al maestro Quino, quien a través de la pequeña Mafalda hace cuestionamientos políticos, sociales y existenciales contundentes. ¿Quién no disfruta las locuras y el espíritu revolucionario de esta eterna niña?
También me viene a la mente Matt Groening, quien mediante su personaje animado Lisa Simpson, se da el lujo de cuestionar problemas globales, criticar el imperialismo y reivindicar valores sociales en crisis.
Los niños tienen una capacidad increíble para detectar las cosas importantes. "Lo esencial es invisible a los ojos, sólo se ve con el corazón", lo dijo otro niño, El Principito, del escritor francés, Antoine Saint Exhupery.
Sería bueno que los periodistas, así como los niños, miráramos el mundo más con el corazón que con los ojos.
Recuerdo también a Trevor, el estudiante de la película Cadena de Favores, quien ideó una estrategia muy interesante para mejorar el mundo. Trevor tuvo la capacidad de soñar y llevar a la acción su idea.
Hay muchos niños de ficción que me llegaron profundo con mensajes sublimes. Pero los que me dan vida e inspiran diariamente, son los niños reales, los de mi tierra.
Cada día rumbo al trabajo, un niño me ofrece caramelos, una estampita o me pide una moneda en el ómnibus o en la calle, uno que capaz tenía sólo 10 años intentó asaltarme una vez y otros me rodearon en una parada de bus incitados por adolescentes mayores.
El caso de un pequeño indígena de 4 años, con un grave cuadro de desnutrición me desgarró el alma en febrero de este año y la muerte por hambre de una niña de 6 años en Misiones, mientras un senador corrupto celebró su cumpleaños con opulencia y descaro, me indignó aún más.
Mi relación con los niños es bastante particular, está cargada de experiencias un poco contradictorias. Me sorprenden todos los días con sus ocurrencias, con sus realidades, con sus preguntas inesperadas, simples pero difíciles de responder. Es más fácil ser entrevistada por un niño que entrevistarlo. Lo reconozco.
Confieso que escribir este artículo sobre niñez y periodismo no es casualidad. Obedece en parte, al reconocimiento otorgado por la organización Global Infancia, que este año me declaró "Periodista Amiga de la Niñez", junto a otros colegas.
Sinceramente aún me pregunto si lo merezco. Lo cierto y concreto es que agradezco la mención, y quiero decir que representa para mí un gran compromiso.
No sé si aún puedo considerarme periodista, eso lo dirán los lectores. Siguiendo la temática del artículo, me siento una niña transitando en el sendero de los medios de comunicación. Llevo poco más de 4 años en este ámbito y aprendo todos los días algo nuevo.
De lo único que estoy segura es que todos los periodistas deberían ser amigos de los niños, e incluso recordar todos los días a ese niño interno que todos llevamos dentro. Si así fuese, creo que el periodismo sería más esperanzador.
Los niños son mis maestros de periodismo, porque ellos me ayudan a no perder la sensibilidad, a correr riesgos, a veces sin dimensionar el peligro, a decir lo que siento sin temor a lo que digan o piensen los demás, a soñar nuevos mundos posibles, a buscar la verdad y tratar de conservar la credibilidad. De ellos, podría aprender eternamente.

1 comentario:

  1. Felicitaciones por tu blog, se ve que Wilson y yo teniamos razon en"hincharte" con nuestra hermosa manía que es la expresión en un texto informatico de todo lo que sentimos y queremos. Me gusta y seguí, que vas por buen camino. La libertad de decir y hacer lo que uno quiere y necesita sacar de sus entrañas, no tiene precio-

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